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Porque yo me lo merezco

 

Hace unos días publiqué en redes sociales uno de esos mensajes a los que todo el mundo responde diciéndote lo maravillosa que eres y, mientras me daba mi particular baño de masas, pensé: ¿este tipo de mensajes los comparten también otros eneatipos o solamente los provocas si eres un dos? Porque me quedaba claro que, consciente o inconscientemente, yo lo había hecho buscando algo.

Pues bien, precisamente de eso es de lo que quiero hablar en este post, de esa necesidad que tenemos los emocionales en general, y el eneatipo 2 en particular, de obtener valoración externa y de todo lo que hacemos para conseguirla. Básicamente porque si no la hay, entonces significa que no valemos nada.

En mi caso, este es el mecanismo que he seguido siempre:

  1. Yo sé que valgo mucho pero no lo demuestro. Porque me enseñaron que presumir de lo que uno vale está mal, porque me convencieron de que mi valor tampoco era para tanto y porque a día de hoy debe de ser que aún no he reevaluado del todo esa creencia.
  2. En cambio, lo que hago es provocar que sean otros los que reconozcan mi valor. Me esfuerzo por ser la mejor alumna del cole, la que más ayuda en la oficina, la que está siempre para todos sus amigos, la que se desvive por la gente que quiere... ¿El objetivo? Que todos vean cuánto valgo y que sean ellos quienes lo digan y no yo.  
  3. Y me quedo esperando a que las personas de referencia en mi vida me premien por ello. Aquí viene la vuelta de tuerca: como todos dicen que yo valgo mucho, eso se convierte en un hecho objetivo y lo lógico es que tú, que eres una de las personas más importantes en mi vida, me premies por ello con todo tu amor. Esa y no otra es la razón por la que debes quererme, porque lo dicen los demás, porque me he esforzado mucho y porque me lo he ganado. 
  4. Si eso ocurre, todo va bien y mi autoestima sobrevive. Pero si no, la decepción se hace grande, se va convirtiendo en ira (reprimida, por supuesto) y da paso al resentimiento hacia los demás y la autocompasión hacia mí misma. Ahí es nada.
Ahora bien, ¿qué pasaría si en el punto 1 empiezas por reconocer ese valor tú misma? ¿Se rompe la cadena y dejas de esperar que los demás te recompensen por hacer algo que ni siquiera te han pedido? Probablemente sí. Y te ahorrarías muchos esfuerzos y muchos disgustos por el camino, tu autoestima dejaría de depender de los demás y descubrirías que el amor no se gana y que simplemente por existir, ya lo mereces.

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